Páginas

11 de agosto de 2010

~ Cesar, el perro del rey

Realmente, debería ir pensando en poner una nueva categoría perros en blog porque ya hemos visto varias historias aquí en La Estantería que tienen a estos pequeños amigos de protagonistas: El Sargento Stubby, Los perros bombas soviéticos, El perro de Pompeya y hoy sumamos una más, qué le voy a hacer, yo tengo debilidad por esta clase de historias.

El 6 de mayo de 1910 fue un día de luto para Inglaterra y todo el Imperio Británico, esa mañana se celebraban los funerales por el recientemente fallecido Eduardo VII, el hombre más poderoso de su tiempo y cabeza visible de un Imperio en la cúspide de su poder que ocupaba 1/4 de la superficie de la Tierra.

El cortejo funebre era el más fastuoso que se había visto hasta la fecha no solo en Inglaterra, sino en toda Europa, los ingleses sabían que todo el planeta estaba pendiente de ese acto y no iban a dejar pasar oportunidad alguna de demostrar su grandeza.

Miembros de todas las Casas Reales y representantes de todos los gobiernos del mundo junto con dignatarios venidos de todos los rincones del Imperio seguían a pie la carroza escoltados por miembros de la Guardia Real y la Guardia Escocesa, sin embargo, precediéndoles, delante de elllos, justo detrás del féretro, un pequeño perro, un fox terrier, ocupaba el sitio de honor en el cortejo fúnebre.


Era Cesar el perro favorito del rey.


El pequeño terrier fue un regalo al rey de la Duquesa de Newcastle y, aunque el monarca tenía decenas de perros, enseguida se convirtió en el favorito del monarca.


El perro campaba a sus anchas por todo el palacio e incluso por las calles de Londres, para evitarle posibles desgracias el rey encargo un collar de oro para Cesar con la leyenda "Yo soy Cesar y pertenezco al Rey", huelga decir que cualquiera que se encontrase con el perro y viese el collar se abstendría muy mucho de tocarle un solo pelo.

Cesar acompañó al rey en muchos de sus viajes oficiales, provocando más de una vez retrasos en el horario previsto porque se escapaba y no aparecía por ninguna parte, el rey no dudaba en absoluto en ordenar batidas de decenas de policias para encontrarle y cuidado con que a alguno se le ocurriese darle un azote.


El papel de Cesar en el funeral de su dueño fue una hábil estratégia de los británicos, un sútil insulto para sus enemigos (el Kaiser Guillermo de Alemania se quejó en privado: me han hecho desfilar detrás de un perro) y una forma de focalizar el dolor de los ingleses, provocando la compasión por ese pequeño y triste perro.

Se editaron postales del acontecimiento y las más vendidas fueron, precisamente, las que mostraban a Cesar detrás del féretro. Se publicó un pequeño libro, escrito en teoría por el pequeño Cesar, llamado ¿Dónde estás maestro?


E incluso Maud Earl, el pintor de la corte, realizo un retrato del pequeño Cesar con la cabeza apoyada en el que había sido el sillón favorito del difunto rey.


César murió en abril del año 1914 y fue enterrado en los terrenos de la Casa Marlborough, residencia de la reina Alexandra.

En su lápida se grabó una inscripción que dice: “Nuestro querido César quien fue compañero fiel y constante del Rey hasta su muerte, y mi mayor consuelo de soledad y dolor durante cuatro años después“.


En Windsor, en la capilla de San Jorge, se encuenta el monumento funerario donde descansan Eduardo VII y la reina, sobre él, tallados en marmol, el rey y la reina duermen el sueño eterno, a sus pies, la talla de un pequeño fox terrier vigila por siempre su descanso.

4 de agosto de 2010

~ Los artículos más polémicos de La Enciclopedia

Vos y Diderot estáis creando una obra perfecta que será la gloria de Francia y la humillación de quienes os persiguieron.

Esto escribía Voltaire en el año 1752 en una carta a D'Alambert en la que elogiaba la Enciclopedia, la gran obra que éste y su amigo Diderot habían empezado a publicar un año antes.

El proposito de esta obra: recopilar el saber ciéntifico y técnico del momento, según rezaba el título completo de la obra: Enciclopedia, o diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios.

Pero desde su aparición la Enciclopedia fue mucho más que un simple diccionario, encarnó los máximos ideales del siglo XVIII: la fe en la razón y en la difusión del conocimiento y la voluntad de rebelarse contra toda autoridad política y religiosa.

Diderot, el auténtico artífice de la empresa lo expreso de esta forma:

Esta obra producirá seguramente con el tiempo una revolución en los espíritus, y espero que los tiranos, los opresores, los fanáticos y los intolerantes no ganen con ello. Habremos, de esta forma, servido a la humanidad.

Su logro fue la mayor obra del saber de lo hombre hasta la fecha: 28 volúmenes, 11 de ellos de ilustraciones, con 72.999 artículos que comprendían unos veinte millones de palabras. A esta obra dedico Diderot 21 años de su vida.

Para comprender mejor la amplitud del proyecto de la Enciclopedia quizas sea mejor expresarse en términos monetarios:

La suscripción a la Enciclopedia constaba 980 libras, unos 12.000 euros actuales, se calcula que solo en Francia llegó a haber 15.000 Enciclopedias, la inversión inicial del proyecto fue de 1 millon de libras (actualmente serían 10 millones de euros) y el beneficio para sus editores triplicó esa cifra.


Sin embargo la elaboración de esta obra no estaría libre de dificultades, sus principales enemigos fueron los jesuitas quienes lograron que se prohibiese la obra en 1752, con la condena explicita del Papa, y su inclusión en la lista de libros prohibidos del Vaticano.

Los temores y los recelos hacia la Enciclopedia estaban de sobra justificados, muchos artículos de la obra desarrollaban una crítica feroz de los abusos de la monarquía y la nobleza y, sobre todo, de la intolerancia religiosa de la época

Artículos Polémicos

Autoridad Política: Ningun hombre ha recibido de la naturaleza el derecho de mandar sobre otros. La libertad es un presente del cielo, y cualquier individuo de nuestra misma especie tiene el derecho a disfrutar de ella de la misma manera que disfruta de la razón.

Cortesano: Es el seductor barniz bajo el que se esconden la ambición, el orgullo, el deseo de hacerse rico sin trabajar, la aversión a la verdad, el halago, la perfidia [...] y un profundo desdén por los deberes del ciudadano.

Fanatismo: Es un fervor ciego y apasionado nacido de la superstición, que causa acciones ridículas, injustas y crueles, sin vergüenza ni remordimiento y con una especie de gozo y satisfacción. El fanatismo, por consiguiente, es la superstición en acción.

Libertad de Pensar: Si la razón no pudiera aplicarse a la religión, no tendríamos derecho de ridiculizar a aquellos que creen en las ceremonias extravagantes que se practican en todas las religiones, excepto la verdadera ¿Quién no ve que eso sería abrir un vasto campo al fanatismo más extremo y a las supersticiones más insensatas? Con tales principios, no hay nada en lo que uno no deba creer, y las opiniones más monstruosas serían adoptadas.

Mercado: Mientras que el curso natural del comercio es suficiente para la creación de mercados, nos vemos enfrentados a la manía de controlar y regularlo todo y nunca servir los verdaderos intereses del pueblo.

Negros: Hay quien justifica este comercio, odioso y contra la ley natural, alegando que los esclavos encuentran la salvación de sus almas con la pérdida de la libertad; que la instrucción cristiana, junto con su productividad en azucar, tabaco e índigo, atempera todo cuanto parece inhumano en un comercio en el que unos hombres compran y venden a otros como si fueran animales para emplearlos en cultivar los campos.

Nobleza: La Naturaleza ha hecho a todos los hombre iguales; no ha establecido más distinción entre ellos que la que resulta de los lazos de la sangre, como el poder de los padres sobre sus hijos. Pero los hombre celosos de elevarse por encima de sus semejantes, se las han ingeniado para establecer diversas distinciones entre ellos, de las que la nobleza es una de las principales.

Sacerdotes: Los sacerdotes pretendieron que los dioses se les manifestaban, enseñaron dogmas, prescribieron lo que había que creer, predijeron el futuro de los hombres y los hicieron temblar por el temor a los castigos con que los dioses irritados amenazaban a los temerarios que osaban dudar de su misión o discutir su doctrina [...] El pueblo, subyugado por el temor y embriagado por la superstición, se sometió a una multitud de prácticas frívolas y repugnantes, pero útiles para los sacerdotes, y las supersticiones más absurdas acabaron de extender y afirmar el poder de éstos.

Tolerancia: Un soberano no puede forzar las conciencias de sus súbditos, ni privarlos de las razones de su inconformismo con la religión dominante, porque éstos son derechos que los súbditos tienen como seres humanos y como ciudadanos.

En la era de Internet nos resulta dificil entender lo que significó el proyecto de la Enciclopedia, la luz que irradió sobre su tiempo.

El anónimo autor del artículo "Filósofo" de la Enciclopedia, que problamente fuese el propio Diderot, escribía:

El filosofo no actua guiado por sus pasiones, sino después de reflexionar; viaja en la noche, pero lo precede la antorcha.

En otro de sus escritos Diderot vuelve sobre esta reflexión:

Vago de noche en un espeso bosque. Sólo tengo una luz para guiarme. Aparece un extraño y me dice: Amigo, deberías extinguir tu luz para encontrar el camino con más claridad. Este extraño es un teólogo.

No nos debe sorprender que los jesuitas y toda la Iglesia intentase, con todos sus medios, hacer fracasar el proyecto de la Enciclopedia: si la luz de la razón iluminaba la vida de los hombres su papel y su influencia se reducirían a casi nada.


Quizas, Diderot resumió el fin último de la Enciclopedia en una de sus citas más conocidas:

La virtud, no es sino la búsqueda de la felicidad personal por la contribución a la felicidad de todos.