Este año se cumple el 75 aniversario de la cobertura de la Guerra Civil española que acometió el escritor y periodista estadounidense.
Una granada reventó la caldera del antiguo hotel Florida, cerca de la plaza de Callao, en Madrid. Mientras los huéspedes huían por los pasillos para salvaguardarse de la explosión, Ernest Hemingway y la corresponsal de guerra Marta Gellhorn salían desnudos de la misma habitación.
La Guerra Civil española era noticia en todo el mundo. Hemingway había acudido a España para cubrir la contienda. Era 1937. Este año se cumple el 75 aniversario de la efeméride.
En medio del conflicto bélico, el escritor estadounidense mantuvo su propia guerra sentimental. La película Hemingway & Gellhorn (HBO), protagonizada por Clive Owen y Nicole Kidman, retrata aquella tormentosa relación entre el escritor y la periodista, además de la competición profesional que tuvieron en las coberturas por diferentes países, incluido España.
Hemingway sumaba ya su segundo matrimonio y era padre de tres hijos. Sin embargo, él y Gellhorn terminaron enamorándose y manteniendo una relación secreta durante cuatro años. Su divorcio llegó cuando su segunda esposa apoyó el bando franquista, mientras el reportero tomaba partido por los republicanos.
En aquellos años, España no era precisamente una fiesta, como aquelParís bohemio en el que antes vivió el autor. Su novela Por quien doblan las campanas, ambientada en los acontecimientos guerracivilistas y su obra de teatro La quinta columna –escrita en el hotel Florida- lo atestiguan.
Dicen los biógrafos de Hemingway que una de las frases más repetidas por el periodista y escritor era “entre todos detendremos el fascismo aquí”. La pronunciaba en cada batalla que cubría como corresponsal.
No obstante, sus crónicas sobre la Guerra Civil también tuvieron su réplica en su literatura breve. Algunos de sus cuentos, recogidos en la colección La mariposa y el tanque, beben de aquellos trágicos hechos.
En aquel Madrid, el escritor también cuajó algunos de sus más célebres relatos. Por ejemplo, Los asesinos, Diez indios y Hoy es viernes. Fueron tres portentos literarios que Hemingway escribió cuando estaba alojado en una pensión madrileña.
Un inusual manto de nieve bloqueaba Madrid y la corrida de toros de San Isidro, a la que pretendía acudir, se había suspendido. El escritor cambió la fiesta por la literatura.
Así lo cuenta Gabriel García Márquez en el prólogo de Cuarenta y nueve primeros cuentos (Lumen), recopilación de los relatos del escritor y periodista norteamericano.
“Toda la obra de Hemingway demuestra que su aliento era genial, pero de corta duración. Y es comprensible. Una tensión interna como la suya, sometida a un dominio técnico tan severo, es insostenible dentro del ámbito vasto y azaroso de la novela”, escribe el Premio Nobel de Literatura colombiano en dicho prólogo.
No en vano, los relatos de Hemingway se fortalecen bajo la misma técnica narrativa. La denominada teoría del iceberg.
“Siempre intento escribir de acuerdo con el principio del iceberg. Hay nueve décimos bajo el agua por cada parte que se ve de él. Uno puede eliminar cualquier cosa que sepa y eso sólo fortalecerá el iceberg”, afirmaba el creador de El viejo y el Mar, novela con la que ganaría el Pulitzer en 1953.
El premio Nobel de Literatura 1954 también aconsejaba recopilar toda la información necesaria para documentar la ficción, elegir de entre ella la meramente imprescindible y mostrarla de forma sintética. El objetivo era conseguir que el lector intuyera lo que el narrador quería contar. Omitir, en lugar de explicar.
“El viejo y el mar podría haber tenido más de mil páginas. No cuento ninguna de las historias que conozco sobre la aldea de pescadores. Pero este conocimiento es lo que constituye la parte sumergida del iceberg”, afirmaba Hemingway.
Precisamente, esa novela corta fue otra de sus obras maestras. Después de su periplo como testigo de las guerras, Hemingway se refugió enCuba, en la Finca Vigía. Allí, un viejo pescador le dio la idea para su novela.
Hoy, su literatura tiene tantos adeptos como detractores. Estos últimos dicen que no les gusta su narrativa desnuda, sin adjetivos ni ornamentación. Sin embargo, es una obra literaria que todavía tiene acérrimos lectores.
“Hace unos años, entré en el coche de Fidel Castro y vi en el asiento un pequeño libro empastado en cuero rojo. Es del maestro Hemingway, me dijo. En realidad, Hemingway sigue estando donde uno menos se lo imagina”, desvela García Márquez en el prólogo mencionado.
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