La palabra diablo procede de la raíz griega diaballó (calumniar, falsear, mentir). La teología tiene una rama, que se ocupa de los demonios: la demonología, una ciencia tan exacta y precisa como la mariología (y no menos necesaria).
Los griegos distinguían entre demonios buenos (agatodemones) y demonios malos (cacodemones). Los buenos eran una especie de ángeles de la guarda; los malos, espiritus perversos que sembraban cizaña en el mundo.
En los primeros siglos, cuando San Pablo impulsó el cristianismo en la sociedad helénica, los conceptos griego y cristiano se apoyaron mutuamente de manera que el Diablo griego se confundió con el Satanás cristiano.
Los griegos distinguían entre demonios buenos (agatodemones) y demonios malos (cacodemones). Los buenos eran una especie de ángeles de la guarda; los malos, espiritus perversos que sembraban cizaña en el mundo.
En los primeros siglos, cuando San Pablo impulsó el cristianismo en la sociedad helénica, los conceptos griego y cristiano se apoyaron mutuamente de manera que el Diablo griego se confundió con el Satanás cristiano.
El Demonio, al igual que Dios, tiene muchos nombres. Sin salirnos de las Escrituras puede llamarse: Abaddón, ángel del abismo, ángel de luz, Apolyon, Asmodeo, Beelzebul, príncipe de los demomios, dios de Acarón, Belial, demonio, diablo, dios de este siglo, gran Dragón, hijo de la aurora, Legión, el Maligno, príncipe de la potestad del aire, príncipe de este mundo, Satán, Satanás, serpiente antigua, el que está en el mundo.
El catolicismo explicado a las ovejas, Juan Eslava Galán.
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