Unos de los episodios más desconocidos de la historia romana son las llamadas Guerras Serviles, levantamientos de esclavos contra sus dueños romanos que, hasta en tres ocasiones, lograron poner en jaque a la joven República Romana. La más conocida quizá sea la tercera de estas Guerras, la encabezada por Espartaco, a mi me gustaría contaros las dos primeras que estuvieron centradas en la isla de Sicilia.
En la antiguedad romana existieron en Sicilia grandes propiedades dedicadas al cultivo de cereales y a la ganadería, en las que trabaja un gran número de esclavos. Esta circunstancia convirtió a la isla en terreno abonado para las revueltas.
El levantamiento de los esclavos se debió sobre todo a los cambios de propiedad subsiguientes a la expulsión de los cartagineses de la isla durante de la Segunda Guerra Púnica.
Los especuladores italianos se apresuraron a llegar a la isla y compraron a los sicilianos grandes lotes de tierra a bajos precios o llegaron a ser los ocupantes de haciendas completas, que habían pertenecido a la parte cartaginesa de Sicilia, o bien fueron incautadas por Roma tras la huida o ejecución de sus antiguos amos.
Los sicilianos de la zona romana siguieron este ejemplo y se hicieron ricos a expensas de sus vecinos. Los esclavos eran baratos y Sicilia era una zona donde había un flujo de grano seguro, con excedentes para exportar a Italia, que sufría los estragos de la guerra. Por ello Sicilia se llenó de esclavos, que eran empleados en cultivar grano para los grandes propietarios.
Las duras condiciones de vida en estos latifundios y el maltrato al que eran sometidos los esclavos por parte de sus amos fueron el detonante de una primera revuelta, entre los años 136 y 132 a.C.
Su líder fue un esclavo sirio llamado Euno, adivino y mago, dotado de una fuerte y magnética personalidad, para hacernos una idea de su carácter, acostumbraba a arengar a sus tropas antes de la batalla con su habilidad para echar fuego por la boca, es decir, lo que hoy conocemos como tragafuegos.
Euno fue elegido rey por una asamblea de esclavos, tomó el nombre de Antíoco (un nombre usado por la familia Seléucida que gobernaba en Siria) y llegó a acuñar moneda propia.
Más allá de conseguir la libertad personal, los rebeldes no pretendían crear un orden social nuevo, sino que se limitaban a copiar las instituciones de las monarquías helenísticas de Oriente, la zona de donde procedía la gran mayoría de ellos.
Los rebeldes sumaban más de 200.000 personas, incluidas mujeres y niños, llegando a presentar en las batallas contra los romanos un ejercito de más de 70.000 combatientes. Los romanos por su parte sumaban 60.000 legionarios al mando de Marco Perpenna Veiento.
Tras distintas batallas con desigual suerte, el efímero Reino de los Esclavos de Sicilia terminó con la captura por los romanos de Euno y su muerte en prisión.
No obstante apenas treinta años mas tarde, dentro del contexto de la Guerra de los romanos contra los Cimbrios, estalló una segunda revuelta en Sicilia, la conocida como II Guerra Servil.
En el año 104 a.C. el cónsul Cayo Mario ordenó el establecimiento de levas a fin de reclutar los suficientes soldados para combatir a los Cimbrios en la Galia Cisalpina.
Cuando los romanos pidieron ayuda al rey Nicomedes II de Bitinia, el monarca oriental le negó el envío de refuerzos con la excusa de que los recaudadores de impuestos romanos habían exprimido su territorio de tal forma que no podía costear el reclutamiento y movilización de un ejército de apoyo.
Con el objeto de subsanar el problema, el senado decretó que parte de los esclavos destinados a servir en los campos de cultivo sicilianos debían ser liberados a fin de proveer de mano de obra a los bitinios.
Tras la liberación de ochocientos esclavos se produjo el levantamiento de los que aún permanecían en la isla.
A la cabeza de los sediciosos se posicionó Salvio, un esclavo que siguió los pasos de Euno luchando por sus derechos y haciéndose elegir como líder de la revuelta.
Salvio asumió el nombre de Trifón; este nombre tenía su origen en Diodoro Trifón, un déspota seléucida.
Los esclavos formaron una fuerza considerable que contaba con 20.000 unidades de infantería y 2.000 de caballería, además de varios destacamentos bien armados y entrenados.
El cónsul romano Aquilio logró aplastar la rebelión tras muchas dificultades y enormes perdidas por parte de los romanos.
1 comentarios:
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