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13 de septiembre de 2018

El incendio del Museo del Prado


La triste noticia del incendio, el pasado domingo, del Museo Nacional de Brasil, ha traído a la memoria un suceso semejante que sufrimos en nuestro país: El incendio del Museo del Prado en 1891. 



El 25 de noviembre de 1891, el periodista Mariano de Cavia publicaba en el diario El Liberal la siguiente crónica:

La catástrofe de anoche: España está de luto. Incendio en el Museo de Pinturas.

A las dos de la madrugada, cuando ya no nos faltaban para cerrar la presente edición más que las noticias de última hora que suelen recogerse en las oficinas del Gobierno civil, nos telefoneaban desde este centro oficial con las siguientes palabras siniestras y aterradoras:El Museo del Prado está ardiendo ¡Ardiendo el Museo del Prado! [...]

Parece que el fuego se inició en uno de los desvanes del edificio, ocupados, como es sabida, a ciencia y paciencia de quien debía evitarlo, por un enjambre de empleados y dependientes de la casa. [...]

Algunas personas lloraban, otras se precipitaban hacia el edificio, siguiendo a los soldados que llegaban de los próximos cuarteles de los Docks. Por la puerta central salían algunos hombres arrastrando lienzos—tal ven los de menos valor, los menos interesantes—que habían logrado arrancar de los marcos, cortándolos con cuchillos y navajas. [...]

Por fortuna tal relato no era real sino fruto de la imaginación del periodista que quiso, de esta forma, criticar el estado de abandono en el que se encontraba el museo y la dejadez de las autoridades políticas del momento sobre el mismo.

Quién sabe si Mariano de Cavia salvó realmente el Museo del Prado de acabar entre las llamas pues aunque la noticia fuese inventada, realmente sí se venían produciendo pequeños incendios en el Museo, sin ir más lejos el año que escribió su artículo ya se habían producido dos de ellos.


Lo cierto es que solo tres días después de la publicación, tras el revuelo montado, Aureliano Linares, Ministro de Fomento visitó el Prado y tomó las primeras medidas: eliminar los depósitos de leña del interior del museo, prohibir cocinar en su interior, como venían haciendo muchos de los empleados, que incluso pernoctaban en los sótanos o en los desvanes calentándose con braseros y que los trabajadores usasen linternas en vez de velas.

Quizás, al fin y al cabo, debamos agradecer conservar la mas importante pinacoteca de la historia, a la imaginación de un periodista.

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