Supongo lectores que alguna vez habréis escuchado aquella frase que dice la realidad supera a la ficción, pues en el post de hoy vamos a ver como esta máxima se cumple de nuevo.
El cine nos ha dejado muchísimas películas de culto, una de ellas, hoy practicamente olvidada, salvo por algunos freaks ya viejunos como el que escribe, la forma la trilogía ochentera de Mad Max.
El cine nos ha dejado muchísimas películas de culto, una de ellas, hoy practicamente olvidada, salvo por algunos freaks ya viejunos como el que escribe, la forma la trilogía ochentera de Mad Max.
En la tercera película, Mad Max más alla de la Cúpula del Trueno, Max (Mel Gibson) es deesterrado al gulag, el desierto del que nadie regresa; allí, moribundo, es encontrado por la adolescente Savannah (Helen Buday), quien lo lleva a rastras al oasis donde vive su tribu.
Max descubre que se halla en medio de una versión aborigen de El señor de las moscas: una tribu de niños perdidos, descendientes de los supervivientes de un accidente de avión, esperan el regreso del "Señor Walker", presumiblemente el piloto del aparato, quien partió con los otros adultos al desierto tiempo atrás y prometió regresar para llevarlos de vuelta a la civilización, lo que para ellos es el mundo del mañana-mañana.
Max descubre apabullado, en la más hermosa escena de la trilogía, cómo Savannah se erige en narradora de la historia y, remedando una pantalla de televisión por medio de palos y cañas, cuenta el pasado que le contaron para que éste pueda ser contado a los más pequeños, Savannah acompaña la narración con pinturas rupestres de las paredes donde los niños han fijado su historia, el avion, el Señor Walker...
Espero me perdonéis esta larga introducción friki, pero era necesaria para demostraros la certeza de la frase la realidad supera a la ficción.
Las pinturas rupestres más antiguas descubiertas se remontan 25.000 años en el tiempo, es un rasgo distintivo del ser humano la busqueda de trascendencia, desde que adquirimos conciencia de la inevitabilidad de nuestra muerte, el ser humano se formula las eternas preguntas sin haber hallado respuesta alguna, si cabe, solo más interrogantes.
Dar testimonio a las generaciones futuras de nuestra existencia, compartir con ellas nuestras experiencias, lo que aprendimos y lo que vivimos, han sido, al fin, las motivaciones del ser humano, desde que embadurnábamos la palma de nuestra manos con cenizas para fijarlas en la pared, creamos la Biblioteca de Alejandría o dejamos una placa en la luna, la motivación no ha sido otra.
A mi me fascinan las pinturas rupestres, si a vosotros os pasa lo mismo seguro que os gusta la siguiente historia.
Kakadu, aunque suene a Centro Comercial, es un Parque Nacional de Australia y Patrimonio de la Humanidad, no solo por su basto y salvaje ecosistema, sino por la importancia de los elementos de la cultura aborigen que se pueden encontrar dentro del parque, sobre todo, las pinturas rupestres.
Las más famosas son las de la Roca de Nourlangie, que supuestamente lleva siendo habitada de manera más menos regular desde los últimos 20000 años (que se dice pronto) pero las pinturas más recientes datan de 1960.
En ella los aborigenes han trazado, junto a antiguos chamanes o rituales de caza del canguro, aviones, trasatlánticos, un coche, veleros, barcos de la II Guerra Mundial...
Los aborígenes plasmaron sobre la roca las crónicas de lo que veían, en sus esporádicos contactos con el hombre blanco, para compartirlo con la comunidad, tal como venían haciendo desde hace 20.000 años.
Barco de vapor con colonos ingleses, fíjaos en los detalles,
la barca salvavidas, los sombreros, las pipas, los aborigenes
representaban a los hombres blancos con los brazos en jarras,
se ve que les llamaba mucho la atención esa postura
la barca salvavidas, los sombreros, las pipas, los aborigenes
representaban a los hombres blancos con los brazos en jarras,
se ve que les llamaba mucho la atención esa postura
En España, aunque no tan espectaculares, también tenemos pinturas con testimonios semejantes, aunque mucho más antiguos.
En Jimena de la Frontera, en Cádiz, en la Cueva de la Laja Alta, los indígenas de la zona, al igual que 4.000 años despues en el tiempo y 15.000 km en el espacio, harían los aborigenes australianos, dejaron testimonio de las extrañas embarcaciones y gentes que empezaban a llegar a sus costas.
Sean naves fenicias de la Edad del Bronce o vapores ingleses del Siglo XIX, estas pinturas dan testimonio del anhelo de conocimiento y de trascendencia que siempre nos ha acompañado a lo largo de nuestra larga historia como especie.
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