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14 de julio de 2010

~ El odio del rey Dario hacia los atenienses

A mediados del siglo V a.C., el prestigio de Atenas en el mundo griego no tenía parangón. Eso hizo que que llegasen a inventarse una serie de anécdotas retrospectivas sobre la historia de la ciudad.

Herodoto se hace eco de una de ellas:

Darío, rey de los persas, estaba terriblemente enojado por a la sublevación de los ciudades griegas de las costas de Asía Menor, una vez organizó la respuesta militar destinada a acabar con la revuelta jonia, preguntó a sus consejeros quienes eran esos atenienseses que se entrometían en los asuntos del Imperio Persa y osaban desafiarle apoyando la revuelta.

Dario rey de los Persas

Una vez informado, pidió su arco, lo empuñó, y tras colocar en él una flecha, la lanzó hacia el cielo exclamando: ¡Ormuz, permíteme vengarme de los atenienses! Y tras pronunciar estas palabras ordenó a uno de sus esclavos que cada vez que le sirviese la comida le repitiera tres veces la formula: ¡Señor, acuérdate de los atenienses!

La ahistoricidad del relato es indudable porque en el año 499 a.C. (año de la revuelta jonia) Atenas no era para el Gran Rey de Persia nada más que una pequeña e insignificante ciudad situada en los lejanos confines de la frontera occidental de su vastísimo y heterogéneo imperio.

Imperio Persa


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