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19 de junio de 2009

~ Anécdotas de Alejandro Magno (Parte 1)

Poco os puedo contar de la vida de Alejandro Magno, que no conozcais a estas alturas, la trilogía de Massimo Manfredi, la excelente biografía de Mary Renault o la película de Oliver Stone, dejan poco margen para la divulgación de nuevos datos sobre su vida, sin embargo, muchas veces lo que mejor define a un personaje son las pequeñas anécdotas que jalonaron su vida, y en un vida tan intensa como la de la Megas Alexandros, las anécdotas no escasean presisamente.

Alejandro en un mosáico romano

Para abrir boca en esta primera entrega un par de ellas no muy conocidas:

Despues de la visita de Alejandro al templo de Amón, en el desierto egipcio de Siwa, creyó firmemente ser hijo de Zeus-Amón, el dios supremo del panteón griego y egipcio.

Alejandro escribió a su madre una carta con la siguiente fórmula gratulatoria:

Alejandro, rey de Asia, hijo de Zeus Amón, saluda a su madre Olimpias.

A la vuelta del regio correo macedonio escribió Olimpias a su hijo:

Hazme el favor, hijo mío querido, y calla. No me delates, por favor, a la diosa Hera-Juno, pues podría tomar terrible venganza contra mí, si tú vas propalando en tus cartas que soy la querida de su olímpico marido.

Fuente: Aulo Gelio, Noches Áticas, XIII, 4.


Durante su campaña contra Persia, decidió Alejandro destruir la ciudad enemiga de Lámpsaco, en una de las orillas del Helesponto, cuando para evitar la catástrofe se aventuró a presentarse ante él Anaxímenes, ilustre hijo de la ciudad, autor del primer manual de retórica conocido (fines del siglo IV a.d.Cr).

Al verlo Alejandro acercarse, con la intención de pedir perdón para su ciudad, le gritó a varios metros de distancia:

“Te juro, que no te voy a conceder lo que me vas a suplicar”.

“ Pues entonces yo te suplico- dijo Anaxímenes – que destruyas mi ciudad”.

Y así se libró Lámpsaco de ser arrasada.

Fuente: Valerio Máximo, VII, 3.




Si te han gustado estas anécdotas conoce más en la segunda entrega del post.

1 comentarios:

Tin dijo...

Buenas anécdotas, si señor. No las conocía.

Un saludo